Había una vez un lápiz..

Un poco de lápiz a veces puede ser un aliciente para el alma. Recuerdo que cuando era niña  un trozo de lápiz podía extraerme del mundo por horas. Me encantaba dibujar, cuando enfermaba, solo dibujando podía olvidarme del dolor que me afectaba. Era mi remedio, mi medicina.
Es por eso que cuando me operaron del tumor en la cabeza, lleve al hospital crayolas, lápices y un cuaderno grueso. Sabía que todo eso sería muy largo. Además solo así podría sobrellevar  la soledad que emanaban de las salas del hospital.Yo sabia eso, ya había estado allí. Aquello podría causar estragos en mi alma y tenía que estar preparada. Así fue que lleve todo lo que fuera necesario para mi convalecencia. En mi cuaderno plasme todas las sensaciones y sentimientos que me causaron estar en esa situación. Ellos me salvaron, pero... yo no pude salvarlos a ellos. Estos fueron los últimos dibujos que hice, después de eso mi vida dio un giro y mi alma decidió no dibujar más.
Aquí los últimos dibujos de una vida interrumpida por un pequeño pasajero que viajaba oculto en mi hipófisis. Él se fue y mis dibujos también.








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